jueves, mayo 23, 2013

¿Comentaristas? Hooligans. Y además malos

Nico Abad. "Periodismo puro".
Me rindo. Asumo que es una tarea prácticamente imposible la de ver una retransmisión deportiva que valga la pena, que me aporte algo más de lo que sacaría de una tertulia de bar. No ya de un partido de fútbol, que esa esperanza ya la había perdido por completo hace tiempo, sino deportiva en general. El pasado domingo no salía de mi asombro escuchando a Nico Abad durante la carrera de Moto GP. Y creo que ahora me asombra mucho más leyendo algunas frases de esta entrevista que concedió cuando se supo que sería él el encargado de esta tarea. "Esto es periodismo puro y duro. Te mandan a un sitio y cuentas lo que ha pasado. La electrónica, los chasis o los motores es cosa de Ángel Nieto, 13 veces campeón del mundo. Él sabe más que cualquier que nos está viendo. Yo voy a contar la carrera, lo que yo vea del Mundial. Es igual que hablar con un reportero de guerra que no ha disparado alguna vez", dice.

Si "periodismo puro y duro" supone decir frases trilladas, repetirlas porque le han gustado a su autor y pegar gritos, efectivamente el periodismo, el deportivo y el que no lo es, tiene un problema muy serio. A uno, ingenuo como pocos, le gusta pensar que el periodista, en primer lugar, tiene que saber de lo que está hablando. Si no lo sabe, parece realmente difícil que lo pueda contar con precisión. Dirá cosas, por supuesto, y hasta es posible que en alguna acierte, pero será del todo imposible que transmita a sus espectadores, oyentes o lectores una idea realista de lo que está pasando. Supongamos que ese aprendizaje del que Nico Abad habla en la entrevista lo ha realizado meticulosamente y ese paso lo ha superado. Lo que parece inexplicable es que culmine la entrada de Marc Márquez en la meta con gritos ahogados de "¡Márquez! ¡Márquez! ¡Márquez! ¡Márquez!" (sí, gritó el nombre cuatro veces). Ahogados porque hay que tener voz para ejercer de hooligan. Y de hooligan porque hay mil maneras de contar la hazaña de un deportista mucho más elegantes que esos gritos.

El problema no está en la forma de narrar, que también, sino en que tan pendientes como están los actuales comentaristas deportivos del hooliganismo, al parecer imprescindible para acometer esta tarea, ni se dan cuenta de lo que sucede... y eso que se supone que justo ese es su trabajo, contarnos lo que sucede. En esa carrera de Moto GP hubo adelantamientos de los que ni avisaron cuando se produjeron, del propio Márquez, por ejemplo, o a Lorenzo. Pegaban gritos cuando se acercaban, pero cuando efectivamente había pasadas (que tampoco vimos gracias a una realización bastante floja) nada de nada. La carrera se siguió mejor con la clasificación sobreimpresionada en la parte izquierda de la pantalla que con los comentarios. En la Fórmula 1 pasa lo mismo. Hooliganismo (no creo ser el único que cree que Antonio Lobato es uno de los motivos del antialonsismo, y sería un tema francamente interesante de analizar porque persigue exactamente lo contrario) y atención al grafismo en pantalla. Ahí me consuela la presencia de Pedro Martínez de la Rosa, al que es un placer escuchar porque se aprende mucho y se sigue la carrera de maravilla.

Futre. "¡Goooooooooool!".
Y ahí entramos en el peliagudo asunto de los comentaristas invitados, esos supuestos expertos a los que uno ya no sabe muy bien qué se les exige. Parece que el amiguismo es el factor determinante. Si no, es poco entendible que Futre fuera el escogido para comentar la pasada final de la Copa del Rey de fútbol. Con un español difícil de entender en muchas ocasiones, resoplando en cada jugada de peligro como si lo estuviera viendo en el salón de su casa, comportándose como un hooligan desbocado (hace no mucho estuvo viendo un partido con el Frente Atlético, visto lo visto sin duda un lugar mucho más adecuado para él) y gritando los goles como si estuviera en la grada. Ya había sido terrible la retransmisión que hicieron Juan Carlos Rivero y Manolo Sanchís en el partido del Real Madrid de las semifinales de la Champions, pero la final de Copa superó todos los niveles de lo lamentable porque, además, es buscado. Como juegan Real Madrid y Atlético, hay que poner a uno de cada equipo. Sus conocimientos, su capacidad de comunicar, lo que aporten... ¿Eso qué más da? Uno de cada equipo y a correr. Y eso, encima, en la televisión pública.

Pero volvamos a ese tema de los conocimientos. ¿Soy el único que tiene la sensación, casi certeza, de que nadie se prepara un partido como debiera? No ya que no sepan de lo que hablan, que también, sino que no reúnen el saber más básico que pueda importar durante la retransmisión. Os pongo en situación. Sevilla - Real Sociedad. En juego, la cuarta posición de la Liga. Real y Valencia comienzan la jornada con los mismos puntos, los levantinos ganan su partido 0-1 a las seis de la tarde del pasado sábado y se ponen tres puntos por delante. La Real empieza perdiendo y remonta, 1-2. Manolo Sarabia, experto en ese partido, dice durante la retransmisión: "creo que la Real tiene al average ganado con el Valencia". ¿"Creo"? Yo, como aficionado o como espectador, puedo creerlo. Tú tienes que saberlo. ¿De qué me sirve que Sarabia crea que el golaverage particular, que es el criterio que decidiría un hipotético empate, es favorable a la Real si voy a tener que consultar otra fuente para saberlo? Pues así con casi todo. Y no hablemos de las continuas confusiones en la identificación de los jugadores o los datos erróneos que se dan en las retransmisiones...

Lara Alvarez, Telecinco sigue sus modas.
Ya parece imposible acabar con este reino de vividores y hooligans en que se ha convertido el mundo de las retransmisiones deportivas, al que además por lo visto hay que añadir una presencia femenina bella a la que tampoco es imprescindible pedirle conocimientos previos. Y no, no es machismo, porque estoy segurísimo de que hay mujeres maravillosas en el mundo de la comunicación, en el del deporte y en cualquier otro; el género no importa lo más mínimo para esto. Esta moda la terminó de instalar definitivamente Sara Carbonero (eso sin contar con las dosis de morbo que añadía su relación sentimental con Iker Casillas) y Telecinco, muy sabia en estas lides, la continuó por ejemplo en las motos con Lara Álvarez. Así que, como nada va a cambiar en este sentido, sólo me queda pedir a los responsables de las emisiones que se planteen seriamente la posibilidad de ofrecer los partidos con una pista de sonido que sólo recoja el ambiente. Para confundir a los jugadores, ya lo hago yo. Me gusta el fútbol con comentaristas, pero quiero eso, comentaristas. Preferiblemente buenos. Pero sólo me dan los malos y los hooligans. Y así, prefiero el sonido ambiente.

miércoles, mayo 15, 2013

Spoilers

Detesto los spoilers. Me cabrea que la promoción de una película (esencialmente una película, pero todo esto es igualmente aplicable a la literatura, el cómic o la televisión) se base en relatar todo lo que uno se va a encontrar durante lo que tendría que ser una experiencia única. Allá cada cual, pero no comprendo que haya páginas web dedicadas a colgar spoiler tras spoiler del próximo estreno como si fuera algo imprescindible y vital para ver una película. Y, por supuesto, comprendo menos que nada que quienes tienen que vender la película en cuestión, es decir, las distribuidoras, lo hagan destripando prácticamente todo lo que acontece en su metraje. Si ya lo sabemos casi todo antes de ver una película, ¿qué sentido tiene ver la propia película? ¿El final? ¿Es eso lo único que nos queda? ¿Y qué hay de la experiencia completa?

Me viene a la memoria Parque Jurásico. España fue uno de los últimos países en los que se estrenó, el 30 de septiembre de 1993, cuando en Estados Unidos se pudo ver el 11 de junio. Obviamente, Internet estaba en pañales y no, no estaba la película disponible para su descarga (creo que eso no llegó a suceder con un gran estreno hasta el Episodio I de Star Wars, en 1999). Antes de sentarme en la sala, no había visto ni un solo dinosaurio. Ni uno. Y eso que en esos meses de diferencia entre el estreno norteamericano y el español vi en incontables ocasiones un vídeo musical con el tema principal de la película (¡enorme el maestro John Williams!) en el que de los dinosaurios se veían garras, hocicos, pisadas... pero nunca uno al completo. Así que cuando vi la película, en el instante que vi el primer dinosaurio me recorrió la espalda un escalofrío. Estaba viendo un dinosaurio de verdad. Y lo estaba viendo como había que verlo, en pantalla grande y conservando la frescura de la sorpresa. Tengo muchos recuerdos así de impagables en el cine. Muchísimos. Y los adoro. Pero esa sensación es hoy prácticamente imposible de revivir.

Quien habla de cine, y hablo de mayorías y tendencias, parecer sentirse obligado a destripar las películas en todos sus extremos. Incluso en los finales. Y no como análisis, sino incluso antes de verlas. No hay control ni medida, ni tampoco responsabilidad para respetar la importancia de la experiencia personal. Recuerdo más de un reportaje en el que aparece el plano final de El planeta de los simios original, ¡incluso un anuncio comercial que lo parodiaba! La pasada semana, el genio que monta las promos de Antena 3 decidió incluir la frase que revienta La isla, de Michael Bay (vale, la película se merece que la revienten, pero eso es otra historia). Los trailers se han convertido en resúmenes de las películas que simplemente esconden los diez minutos finales... y a veces ni eso. Y es que de un estreno de hace un par de semanas (no digo cuál), una de las fotografías promocionales enviadas por la propia distribuidora... ¡era el final de la película!

Hoy no entraríamos a ver El Imperio contraataca, El planeta de los simios, Seven, El sexto sentido, Los otros, La vida es bella, Psicosis (Hitchock venía a implorar en el cartel "no me revienten en el final, ¡no tengo otro!"), La niebla o Mystic River de la forma en la que lo hicimos en su día... y eso que algunas (estoy pensando sobre todo en Los otros) ya llegaron demasiado contaminadas. Hoy Internet se ha convertido en un hervidero de noticias, avances, spoilers, fotografías, escenas completas y hasta descripciones de los finales de todas las películas habidas y por haber, mucho más si son películas con un grupo de aficionados elevado, como puedan ser las de Star Trek, Star Wars, personajes de cómic o grandes franquicias. Y me parece un terrible error del que no soy partícipe nunca (o casi nunca, que todos cometemos errores). Nos estamos cargando la experiencia cinematográfica. Por muchas razones, pero también por ésta.

miércoles, mayo 08, 2013

Todo es ETA

Un sábado por la noche de hace ya unos cuantos años, estaba yo sentado en las gradas del Vicente Calderón viendo un Atlético de Madrid - Real Sociedad. Afortunadamente con una valla de por medio, tenía cerca a un grupo de chavales que no podían tener más de 16 o 17 años que gritaban a los jugadores de la Real todo tipo de improperios. En un momento dado, la Real forzó un córner y se acercó a sacarlo Jesuli. Uno de esos malhablados indocumentados se levantó y bajó como una flecha por las escaleras hasta llegar al punto más bajo de la grada, lo más cerca posible del jugador, se abalanzó sobre la valla y grito a Jesuli con toda su alma: "¡Terrorista!". A Jesuli, nombre futbolístico de Jesús Mora Nieto, nacido en Sevilla. Un niñato que luego le grito "¡Si Franco levantara la cabeza...!". Y ahí lo dejó.

Llevo años viviendo en primera persona la ignorancia de mucha gente (siempre ocupará un lugar privilegiado en mi mente aquel anciano que, viendo en mi carpeta de universitario el escudo de la Real Sociedad, se puso a silbar ante mí y sin vergüenza alguna el Que viva España de Manolo Escobar) por el simple hecho de vestir una camiseta de rayas blancas y azules de un equipo vasco. Gente que no me conoce, pero que aún así piensa con absoluta seguridad que soy un etarra, rodeado de otros tantos etarras que pasan su tiempo libre entre bomba y bomba viendo partidos de fútbol. Como vivimos en unos tiempos en los que si no condenas algo es que lo estás amparando, aprovecho esta ocasión que me brindo a mí mismo en mi blog para decir que jamás he asesinado a nadie. Ni extorsionado. Ni amenazado. Si ni siquiera le he pegado jamás a nadie un puñetazo. No, lo siento, no soy un terrorista, ni etarra ni de ninguna clase. Vamos, que ETA no, como reza la imagen de ahí arriba, que estuve en la manifestación pidiendo la liberación de Miguel Ángel Blanco y he llevado lazos azules en la solapa en algún secuestro perpetrado por estos terroristas. Siento la decepción de aquellos que reducen todo a la más grotesca caricatura.

Esa anécdota con la que arrancaba la protagonizó un chaval que muy probablemente no tenía ni la experiencia ni la formación necesaria para saber de qué estaba hablando. Lo suyo era ignorancia y poca cabeza. Lo más normal es que se dejara llevar por la masa o por ideas que ha escuchado en algún sitio y a las que no ha dedicado la más mínima reflexión. Lo preocupante es que se intuyen unas ganas terribles de que gente con mucho más conocimiento y poder siguen deseando que ETA forme parte del discurso y el debate diarios. Se ha visto estos días. Primero expulsaron a una concursante de Gran Hermano por decir, en broma o en serio, que la única manifestación en la que había participado en su vida, era una pidiendo el regreso de ETA. Saltaron los leones mediáticos sobre ella, AVT mediante, y Telecinco, cadena a la que le gustan tan poquito los follones mediáticos, la echó. Por Internet se pueden encontrar burlas de otros concursantes de Gran Hermano sobre gran cantidad de temas sociales, incluido el asesinato de Marta del Castillo, pero con una polémica por edición parece que sobra.

No defenderé yo a esta concursante, no, ni mucho menos al programa, pero el tema me dio que pensar, sobre todo por lo que sucedió después. Eso, acontecido en uno de los programas emblemáticos de la telebasura española, tuvo más importancia que otro asunto que trascendió con mucha menos fuerza, el hecho de que el director de ABC, Bieito Rubido, dijera del dirigente socialista Eduardo Madina que "simpatiza más con lo que representa ETA que con lo que representa el PP". Madina, por cierto, es víctima del terrorismo. En 2002 estos criminales colocaron una bomba lapa bajo su coche, cuya explosión le causó la amputación de la pierna izquierda a la altura de la rodilla. ¿Consecuencias de este exceso periodístico? Ninguna. Rubido llamó después personalmente a Madina para decirle que había cometido un error, a pesar de que en directo reiteró que había dicho esa frase en muchas ocasiones y que la tenía muy meditada. Eso, en fútbol y con mucha sorna, se vino a denominar "arrepentimiento espontáneo", y el único objetivo que tenía era evitar sanciones mayores. Aquí, lo que había que evitar era la querella del PSOE.

Pero la barbaridad ya está dicha y eso cala en mucha gente. Como el niñato del Calderón. Pero hay mejores ejemplos. El ministro del Interior, nada menos que el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, salió ante la prensa para colgarse medallas por una operación contra ETA con seis detenciones en Francia. Curioso, con temas que ahora mismo preocupan mucho más a los españoles que el terrorismo (lo dice el CIS, no yo), el presidente y sus ministros suelen esconderse. Pero, vaya, que me salgo del tema. El caso es que en el turno de preguntas le solicitaron su opinión sobre la prevista reforma de la Ley del aborto, que está generando división incluso entre las filas del PP. Dijo Fernández Díaz que eso se lo contestaría al final de la comparecencia porque tocaba hablar de ETA y no había mucha relación. "Tiene algo que ver, pero no demasiado", añadió. La AVT reaccionó con mucha más tibieza a esto, porque a lo de Rubido nada de nada. Y yo me sigo preocupando ante eso.

Luego llegó el desmentido habitual de los esforzados muchachos de prensa, en este caso del Ministerio del Interior, que saben perfectamente que lo que escribieron no se ajusta a lo que sucedió en la comparecencia de Fernández Díaz, y después el "arrepentimiento espontáneo" del propio ministro. Pero el mensaje cala, sí, y tiene mucha más autenticidad de lo que se atreven a reconocer, ellos sabrán si por simple cobardía o únicamente para seguir manteniendo engañada a gente de la que sólo necesitan su voto. Tras hablar Fernández Díaz, llegó el turno de la portavoz de la asociación antiabortista Derecho a Vivir, Gádor Joya, que dijo lo siguiente: "ETA lo que hace es matar inocentes abanderando una determinada causa como es el independentismo, pues en el aborto también se matan inocentes abanderando una causa que es la de la ideología de género. Al final, las víctimas son las mismas en un caso y en otro, son seres humanos inocentes que mueren como consecuencia de una ideología".

Está muy bien esto de la ideología, pero digo yo que un Estado tendrá leyes para algo. Podemos debatir horas y horas lo que pensamos cada uno sobre el aborto y sobre mil temas más. Pero hoy, en España, el terrorismo es ilegal y el aborto es legal, así que comparar una cosa con la otra no sólo supone una aberración jurídica sino también, y esto es una apreciación de lo más personal, una absoluta estupidez. Pero, claro, ya hemos trazado la analogía. Los que defienden el aborto son ETA. Pero no son los únicos. Los movimientos sociales son ETA. Los que protestan por los desahucios son ETA. Bueno, esos también son nazis, que tampoco es moco de pavo. Los seguidores de la Real y del Athletic ya eran ETA desde hace mucho. Y yo de ETA lo único que sé ahora mismo es que no comete un asesinato desde que el 16 de marzo de 2010, hace más de tres años, cuando acabó con la vida de un policía en Francia, y que en España no hay un atentado mortal desde el 30 de julio de 2009, cuando estos criminales asesinaron a dos guardias civiles en Palma de Mallorca.

Y como a mí me llevan considerando etarra por ser seguidor de un equipo de fútbol desde hace ya unos cuantos años, pues tengo que confesar que no me sorprende que las mentalidades cavernarias de este país crean que todo aquel que les lleva la contraria, algo a lo que por cierto tenemos derecho todos en una discusión (piense lo que piense, yo no negaré jamás su derecho a pensar que un escrache sobrepasa todos los límites de la decencia humana o que el aborto es una aberración en todos los casos). Me cabrea y me preocupa, eso sí. Porque que lo diga un niñato iletrado puede ser hasta una anécdota graciosa (porque había valla de por medio, claro, porque mi reacción seguramente me delató como seguidor realista y no sé cómo habría acabado la cosa de tener ellos acceso a mi posición), pero que lo diga un ministro o el director de un periódico da tintes dramáticos y demasiado grotescos como para no me preocupe el fondo. Y el fondo es que hay gente que puede decir lo que le dé la gana sin que haya consecuencias, casualmente siempre del mismo espectro ideológico y de pensamiento, y otros que no.