viernes, marzo 01, 2013

Y a 40 segundos del final, nos vamos

Ayer me invitaron a ver el Real Madrid - Brose Baskets de la Euroliga de baloncesto. No soy seguidor ni de uno ni de otro equipo, pero, además de pasar un espléndido rato en muy buena compañía, no me puedo resistir a ver espectáculos deportivos de todo tipo (y es que en los últimos años he visto en vivo fútbol, baloncesto, balonmano, tenis, hockey sobre hierba, una prueba automovilística y hasta un entrenamiento de voley playa) y probar así mis dudosas habilidades como fotógrafo con las limitaciones además de ejercer como tal desde la grada y no desde zonas acotadas para los profesionales. El Madrid iba primero de su grupo y el equipo alemán, último. Con esos números, parecía un partido fácil, ¿no? Pues no. Resulta que el Brose dio guerra hasta el final y el partido no se resolvió hasta la última jugada, a la que ambos equipos llegaron empatados a 73 puntos y los blancos colocaron un triple sobre la bocina que puso el 76-73 final. Emocionante, ¿verdad? Para mí, la salsa del baloncesto, un deporte que no termina de engancharme pero que con finales así es indiscutiblemente precioso.

Pues hubo gente que se lo perdió porque se marchó del pabellón sin ver los últimos instantes. ¿Por qué hicieron eso? No tengo ni la más remota idea, pero viene a demostrar que hay mucha gente que va a estas cosas a pasar el rato sin importarle lo más mínimo lo que está viendo. En cualquier campo de fútbol, el desfile de cantidades importantes de espectadores antes de que el árbitro señale el final del partido es una costumbre. Yo no la entiendo, pero sí, mucha gente se marcha sin ver el final. Que sí, que luego salir con todo el mundo es una lata porque tardas más tiempo, que si pillas atascos o transportes públicos abarrotados, y que con 3-0 está ya todo resuelto. ¿Pero ir a un partido de fútbol y perderte el final, sobre todo si hay un gol de diferencia o un empate en el marcador? Eso ya me parece absurdo, pero en un choque de baloncesto alcanza la ridiculez. Y más en uno como el de ayer, que se resolvió literalmente en el último instante. Pues había gente marchándose del Palacio de los Deportes... cuando faltaban 40 segundos para el final. En serio. 40 segundos. Prefiero esperar cinco minutos más en el cajero del párking (de hecho, los esperamos) antes que perderme una canasta ganadora sobre la bocina.

Pero, claro, una vez descartado que a esa gente le importe ver el desenlace del partido, es que tampoco hay demasiado interés por parte de algunos en seguir su desarrollo. La cantidad de gente que entra en las gradas con el partido ya iniciado. Incluso con la segunda mitad ya iniciada. Y saludando, como si estuviéramos en el calentamiento o comiéndonos el bocadillo en el descanso Habrá quien no pueda ir antes, desde luego, y más en un día laborable como el de ayer, eso es perfectamente comprensible, pero no cuela para muchas otras personas. Sobre todo porque el trasiego más evidente se registra... en los asientos VIP. Esos que no pagan, o que son enchufados, o que van a que se les vea. Qué cantidad de movimiento hay en esas filas, oiga. Sobra decir que yo llegué con tiempo y me quedé hasta el final. Y disfrute del partido completo. En el tenis sólo se puede acceder a la grada en el descanso entre juegos y ahí se ve cuánta gente llega tarde. El día que se cierren las puertas con el comienzo de cualquier espectáculo deportivo, cultural o social, no sé lo que va a pasar. Igual la gente se convierte en puntual.

2 comentarios:

El Impenitente dijo...

Es como leerte una novela de Agatha Christie y dejarte sin leer el último capítulo. A mí también me resulta incomprensible, que no me voy de los estadios o de las canchas hasta que apagan los focos, que no me levanto de mi butaca en el cine hasta que no encienden las luces.

Y lo de la puntualidad es un imposible. Olvídalo. Ser puntual es ser respetuoso con el tiempo de los demás, es decir, que es un problema de educuación y ser puntual es de ser bien educado. Una quimera. Una utopía.

Juan Rodríguez Millán dijo...

Impenitente, ayer me contaba una amiga que una pareja se marchó del cine, viendo 'El lado bueno de las cosas', porque decía el hombre que el final estaba ya visto. No podía parar de reírme. Ya, ya, si lo de la puntualidad es una batalla que considero perdida salvo para el arranque de las carreras de Fórmula 1 o el comienzo de los partidos de Champions League. Y hasta en eso último ya flaqueamos un poco...