sábado, noviembre 29, 2008

No aguanto la Navidad (si dura dos meses)

Ya no aguanto la Navidad. Al menos esta Navidad que nos imponen de dos meses de duración. Hoy es 29 de noviembre. Y en Madrid (y en otras ciudades) ya es Navidad. La capital luce ya desde anoche (Barcelona, por ejemplo, ya lleva un par de días) todo su colorido navideño y sus luces. Me acuerdo cuando era El Corte Inglés el que lanzaba la Navidad. Ya no. Ahora incluso El Corte Inglés se queda corto en su Navidad de mes y medio. Porque la Navidad, por ordenanza municipal, tiene que durar dos meses. Y me cansa, de verdad que me cansa. Porque la Navidad, lo diga quien lo diga, no comienza a mediados de Noviembre. Echo de menos aquellas épocas en las que las vacaciones escolares marcaban la Navidad. Y no podías pensar antes en ello porque estabas de exámanes hasta las cejas, claro.

No sé si serán ciertas las leyendas que dicen que la presencia de motivos navideños impulsan al ciudadano a consumir (y es por eso por lo que las luces se colocan preferentemente en zonas comerciales, no creáis que hay otro motivo...), aunque algo de verdad tendrán, pero lo que tengo claro es que tanta celebración acabará matando al espíritu navideño. Porque no conozco a nadie que pueda estar dos meses celebrando lo mismo de forma ininterrumpida. Sí que conozco gente que sería capaz de estar dos meses seguidos repartiendo alegría, pero hacerlo por el mismo motivo tiene que ser agotador. Y este año, además de no tener tiempo material para disfrutar dos meses de Navidad, tampoco parece haber dinero, así que...

Aunque, bien pensando, lo mismo a los Reyes Magos y a Papá Noel sí les beneficia este largo periodo navideño. Seguro que les vendría bien que en lugar de repartir sus regalos el 6 de enero y el 24 de diciembre se les diera un margen de tres o cuatro días. "Las noches de Reyes, del 3 al 6 de enero", por ejemplo. Y con Baltasar de rostro mediático, que ahora que en Estados Unidos hay un presdiente negro parece lo más adecuado... Sin duda, los camellos y los renos lo agradecerían, que los pobres tienen que estar reventados con las horas extras de su día de trabajo. Pero yo no, la verdad. Qué le vamos a hacer, soy muy tradicional para estas cosas, y la Navidad siempre ha sido el 25 de diciembre, Nochebuena el 24, Nochevieja el 31 y el día de Reyes el 6 de enero. No soy capaz de pensar en la Navidad tal día como hoy, 29 de noviembre, y no me gusta que me impongan una celebración, me guste o no. De todos modos, ya sé que el año que viene me quejaré otra vez por esto.

Y un detallito de estos sin importancia, relacionado con este prlongado sentimiento navideño y a cuenta del debate suscitado por la dichosa decoración de Barceló en la famosa sede de Naciones Unidas. Las luces de Gallardón le han costado al Ayuntamiento de Madrid (o, lo que es lo mismo, a los ciudadanos de Madrid) más de cuatro millones y medio de euros, 600.000 euros más que el año pasado. El aumento es de nada menos que el 15 por ciento, me da que algo por encima de lo que ha crecido IPC en 2008. A ver si de una vez por todas desterramos de la disputa partidista el argumento del despilfarro y su comparación con el actual escenario de crisis económica. Porque derrochadores hay en todas partes, en el PSOE y en el PP, en Madrid y en Cataluña, en vuestra casa y en la mía. Critiquémosles (o alabémosles) a todos y entonces la crítica (o la alabanza) será creíble.

jueves, noviembre 27, 2008

"¡No vale!"

Estaba yo la semana pasada paseando por mi barrio, cuando me topé con un semáforo en rojo. A mi lado, una mujer con su hijo pequeño, pongamos que de unos cinco años. Del otro lado de la calle, casi sin mirar si venía algún coche que pudiera atropellarla, una mujer comienza a correr, saltándose el semáforo en rojo, claro. "¡No vale!", grita el chaval señalando a la mujer. No creo que la infractora escuchara el apasionado grito del crío, pero éste tenía muy claro que la mujer se había saltado las normas.

No suelo saltarme muchos semáforos, a menos que vea muy claro que no hay coches a la vista. Nunca, desde luego, si no tengo buena visibilidad de la carretera. Que hay mucho loco al volante por ahí suelto. Pero nunca ignoro el semáforo en rojo cuando tengo a un crío al lado. Los niños lo cazan todo al vuelo y no me gusta darles argumentos para que se salten a la torera las prohibiciones de sus padres. No me gusta, digamos, ser un mal ejemplo para ellos. A partir de ahora, tendré incluso más cuidado, no vaya a ser que alguno me diga que lo hago "no vale".

Y yo me pregunto... ¿En qué momento dejamos de ser críos y pensamos que tenemos autorización para saltarnos la ley o norma que nos apetezca...? Porque hay muchas más cosas que "no valen", aunque pensemos que no van con nosotros...

lunes, noviembre 24, 2008

"¿Y hacer un mundo mejor?"

Esta es la historia de un joven norteamericano. Al nacer, su madre pensó en ponerle un nombre muy concreto porque pensaba que los nombres nos influyen. Le llamó Prez, diminutivo en inglés de presidente, pues entendía que su futuro pasaba por la Casa Blanca. El niño se convirtió en adolescente, el adolescente en joven. Y cuando alcanzó la mayoría de edad, los 18 años, tenía claro que quería ser presidente de Estados Unidos. Una noche se presenta en su casa, precisamente, el presidente y le dice que sabe que le va a suceder en el cargo. "Ahora voy a darte algunos consejos, para ponértelo más fácil", le dice. "Nada de lo que hagas importa. ¿Sabes por qué no? Porque para la masa de idiotas votantes, mientras ocupes el cargo serás el peor presidente que han tenido jamás, hasta que lo dejes. Entonces será el turno de otro", añade. Y continúa advirtiéndole de que "no puedes marcar una diferencia, no puedes marcar ni una mierda", aunque sí tendrá "un capítulo en los libros de Historia y cada 15 minutos un muñeco mecánico con tu cara saludará con la mano o la cabeza".

Por tanto, el mensaje es claro: "agarra cuanto puedas y exprime hasta la última gota. Es tu momento de gloria. (...) Poder. Lo único que vale la pena. Olvida el dinero. El dinero lo lleva incluído. Olvida a las tías. Si tienes poder las tendrás a patadas". La respuesta del joven Prez es tan contundente como inocente: "¿Señor? ¿Y hacer un mundo mejor?". "Eh, esto... Ahora no te sigo", le replica el presidente. Y el joven trata de explicarse. "Si soy presidente, querré marcar una diferencia. Querré hacer la vida más fácil a la gente, cerrar el abismo entre ricos y pobres, blancos y negros, poseedores y desposeídos. Quiero hacer de América el lugar que soñé que era, de niño. Un lugar que inspire al resto del mundo... Un sueño de libertad, una celebración de la vida, la justicia y la felicidad", le dice el joven al presidente. "Ah... Bueno, tengo que irme. Encantado", es todo lo que le puede decir el presidente.

La historia es de Neil Gaiman, forma parte de esa maravillosa obra que es su Sandman, concretamente es parte (sólo parte de otra pequeña historia) del octavo libro, El fin de los mundos. No es probablemente ni la mejor ni la más celebrada de este magnífico autor en esta serie. Pero es la que ha tocado hoy, la que me ha llevado aquí y ahora a sentarme delante del ordenador y compartirla con vosotros. Porque lo bueno que tiene Gaiman es que, en mejores o peores trabajos, siempre deja un elemento para pensar, un detalle que recordar, un diálogo que redescubrir, una historia que relatar. Y este diálogo me ha parecido una hermosa confrontación entre realidades e ideales, propio de muchos que ya hemos pasado y de otros que tendrán que pasar por la adolescencia y soñarán con ese mundo mejor. ¿Quién no ha pensado en cambiar el mundo? En la historia de Gaiman el mundo cambia. De vez en cuando en la vida real también. ¿En la política? Eso ya es otro cantar...

Afirmo con cierta pesar que no descubrí a Neil Gaiman hasta el año pasado, y a través del cine, por la adaptación de su novela gráfica Stardust y el guión de Beowulf. Leer ahora Sandman, tantos años después de su publicación (entre 1989 y 1996) es simplemente una delicia. Como dice Stephen King en la introducción de este octavo volumen, "éstas son unas grandes historias y tenemos mucha suerte de poder disponer de ellas. Para leer ahora y releer luego, cuando necesitemos lo que sólo una buena historia tiene el poder de hacer: llevarnos hasta mundos que nunca han existido, en compañía de gente que desearíamos poder ser... o que, gracias a Dios, no somos". En la portada de todos los cómics de Sandman aparece la leyenda "Recomendado para lectores adultos". Como dice King en esa misma introducción, y retocando un dicho popular, podría decir "dibujos y bocadillos no quiere decir tonto". Y si esa frase se puede aplicar a buena parte del noveno arte, mucho más a este maravilloso Sandman de Neil Gaiman. Una joya. ¿Qué no la has leído...? Qué envidia me das, qué envidia...

domingo, noviembre 23, 2008

Malos tiempos para la sinceridad

Corren malos tiempos para la sinceridad. Cada día que pasa lo tengo más claro. Aquellas personas que optan por decir la verdad de forma habitual reciben a cambio miradas de recelo, argumentos contrarios, la oferta de caminos hipócritas que ese especimen sincero no querrá seguir. Quienes mienten cuentan, como poco, con la indiferencia de quienes escuchan sus mensajes. Y digo como poco porque a veces les dan incluso su complicidad, su fervor y hasta su adhesión incondicional. Lo vemos en todos los ámbitos de la vida, desde los públicos a los más privados.

Me atrevería incluso a decir que a muchos, quizá incluso a la mayoría, les gusta la hipocresía, la falsedad, la excusa incierta. O como poco la prefieren a la verdad. Se vive más cómodo, supongo. Es más fácil hacer como que las cosas no existen, mucho más que afrontar situaciones de diversa índole. Es preferible vivir en mundos ilusorios a pisar al mundo real. Es conveniente creer aquello de "ojos que no ven, corazón que no siente". El refranero español, aunque siempre ofrezca alternativa para cada afirmación y la contraria, no podía dejar de salir al rescate del mentiroso, claro.

Malos tiempos para la sinceridad, sí. Hasta el punto de que ya da igual que nos mientan descaradamente. Siempre habrá alguien que se crea esas mentiras y que defienda con vehemencia al mentiroso. Tanto da que sea una mentira de alto standing sobre las armas de destrucción masiva o una mentirijilla piadosa sobre por qué has llegado tarde a una cita. ¿Y al sincero? Al sincero le pondremos en duda porque es imposible que alguien diga siempre la verdad. Tanta rectitud en esta sociedad enferma es difícil de digerir.

Y así llegamos a una situación en la que la mentira se ha convertido en algo habitual, necesario y parece que hasta deseable. Miente el político de turno, el deportista al que admiras, el periodista al que lees, el compañero de trabajo en el querías creer, el portero de tu comunidad de vecinos, el blogero ese que te inspira tanta confianza y, en el peor de los casos, hasta el amigo del alma. Nos estamos convirtiendo en yonquis de la mentira, las decimos y las escuchamos como algo imprescindible.

Si topas con alguien que dice ser sincero, duda de él. Que será que no puede ser verdad lo que dice.

jueves, noviembre 20, 2008

20-N

Nacer en democracia supone dar por sentadas muchas cosas. Muchas cosas que, hace no tantos años, eran privilegios que no todo el mundo tenía. Hoy se cumplen 33 años de la fecha oficial en la que murió el último dictador que ha tenido España. En la cama, por cierto. No en la cárcel o en el exilio. Y recuerdo hoy esos aquelarres franquistas que se montaban en esta fecha, vistos con los ojos de un niño pequeño. Los veía por la tele y mi mente infantil le daba vueltas al asunto. Un dictador era malo por definición, era una de esas personas horribles que hacían cosas malas y que no merecían que nadie estuviera a su lado. ¿Cómo podía entonces haber gente que recordara con cariño a un dictador que estaba muerto? No lo entendía. Como tampoco entendía lo de los Reyes Magos o por qué mi entrenador de fútbol sala, en el primer día de entrenamiento, no paraba de señalarme faltas que yo sabía que no eran. Pero es lo malo de estas cosas, que uno acaba creciendo, leyendo, aprendiendo e interesándose por las cosas de verdad importantes.

No deja de ser curioso que el primer 20-N en el que (se supone) no va a haber concentraciones de recuerdo al dictador (eso no ha cambiado, ser un dictador es objetivamente malo aunque algunos se empeñen en encontrar elementos positivos en un régimen dictatorial), al menos en el Valle de los Caídos, sea el que más debate tiene sobre el franquismo y sus secuelas. Llevamos ya unos pocos años polemizando por la apertura de fosas (ímprobo y necesario trabajo, en cuanto que las familias de los enterreados así lo deseen, que no cuenta con apoyo real de las instituciones), por el juicio de la historia y de los tribunales a la dictadura, por la Ley de Memoria Histórica y por tantos y tantos asuntos colaterales de 40 años de la historia de España. Y si saco alguna conclusión de todo ello es que no estamos en absoluto preparados ni dispuestos para debatir sobre estas cosas como personas racionales. Se ha hecho en todas partes del mundo, pero aquí parece imposible. Ya sabéis, Spain is different.

Quizás dejo que hable aquel crío que no entendía las concentraciones del 20-N, pero lo cierto es que hay cuestiones que no soy capaz de procesar, incluso hoy, tanto tiempo y muchas lecturas después. No entiendo por qué hay tanta gente que se quiere dar por aludida o por agredida cuando se habla de la Guerra Civil o del franquismo. No entiendo cómo dejamos que los represaliados por el régimen sientan un desamparo tan enorme por parte de la Justicia. No entiendo cómo la Justicia utiliza este asunto para gloria personal o como una patata caliente que nadie quiere asumir. No entiendo que el franquismo tenga tantos elementos de homenaje presentes en el panorama urbano o en el callejero de las ciudades sin que a nadie le importe. No entiendo tanta ignorancia voluntaria o malintencionada con respecto a lo que pasó en España desde el alzamiento. De verdad, no lo entiendo.

Quizá, insisto, me dejo llevar por la ingenuidad, pero ¿es posible que a tanta gente no le parezca escandaloso que haya tenido que ser en 2008, 33 años después de los hechos, cuando se certificase judicialmente la muerte del dictador para declarar extinguidas las responsabilidades penales? ¿A tanta gente no le inquieta que en España se produjeran crímenes contra la humanidad que todavía pueden ser juzgados y que no están prescritos ni perdonados por la Ley de Amnistía? Y, quizá con mucha más ingenuidad, me pregunto cómo es posible que todavía se afronte este debate desde posiciones ideológicas, por qué tantas gentes de derechas se tengan que sentir ofendidas ante la búsqueda de justicia o ante el juicio de la Historia. La única forma de afrontar este debate es desde un punto de vista humano. A mí la ideología no me importa cuando hablamos de dictaduras. No hay dictores buenos y dictadores malos.

Parece que 33 años de democracia no han sido suficientes en España como para que se hable de estos temas en absoluta libertad y sin que tu interlocutor no se sienta agredido por la defensa de tus propias ideas. No es el franquismo un tema habitual de discusión, de acuerdo, no es en absoluto una de las preocupaciones actuales de los españoles, pero el problema no está en que no lo sea. El problema está en que no puede serlo. Y no puede serlo porque no hay madurez suficiente para acometer este debate, por mucho que se insista en lo contrario. Medios de comunicación, juristas y políticos lo demuestran día tras día. Y en el aniversario de la desaparición de Franco, no estaría de más que algunos pensaran en ello detenidamente.

lunes, noviembre 17, 2008

Lo que implica elegir una flor

- ¿Qué? ¿Quieres enviar flores?
- Sí, sí, creo que sí. Aunque no sé, es complicado, ¿sabes?
- ¿Para quién? ¿Cómo es ella?
- Aún no la conozco muy bien, la verdad.
- Las rosas gustan mucho.
- Sería un poco presuntuoso.
- ¿Qué me dices de las poinsetias?
- Sí, pero unas flores perennes podrían engañar.
- Duran demasiado...
- Sí, bueno, nunca se sabe.
- Vaya, sí que es complicado... ¿Y unas petunias? Son bonitas sin ser presuntuosas. Huelen bien. Al cabo de tres días las tiras y ya está. ¿Es eso lo que buscas?
(Silencio)
Lo siento, no nos quedan petunias.

Medianoche en el jardín del bien y del mal
(Clint Eastwood, 1997)

Ya sabéis, todo tiene su importancia a la hora de escoger la flor que queráis regalarle a una dama. Nunca regaléis una flor sin saber lo que implica. Yo, después de escuchar ese brillante diálogo, seguro que tendré este razonamiento en la cabeza si en el futuro me veo en la tesitura de regalar flores...

viernes, noviembre 14, 2008

¿Crisis en los medios... o algo más?

La crisis parece justificarlo todo y las empresas periodísticas se han subido al carro. Ya resume Mara la situación de las plantillas de muchos medios, poco más se puede añadir a su trabajo. Tengo ya experiencia previa y recuerdo que hace ya unos cuantos años en un diario económico se publicó una noticia sobre mi antigua agencia. Había ganado un 36 por ciento más que el año anterior y la gran mayoría de ese beneficio se debía a reducción de gastos (ya os digo yo cómo, prejubilando a los sueldos más altos y colocando becarios y redactores con sueldos de poco más de 800 euros mensuales).

Estos despidos, claro, afectan siempre a los escalafones más bajos. Al currito. Al redactor. Al que, en realidad, hace que salga el trabajo adelante. Pero eso se desprecia en favor de... ¿De qué realmente? Porque, claro, uno encuentra noticias como la nueva condena a Federico Jiménez Losantos (ya lleva acumuladas indemnizaciones de 259.000 euros, calderilla que probablemente servirá para que algún redactor o locutor de la Cope se quede sin trabajo, claro...) o el dineral que se paga a dos personas perseguidas y juzgadas por apropiarse de dinero público como Luis Roldán y Julián Muñoz (ya existe incluso una plataforma contra ésta entrevista) y asume que capital no falta precisamente.

Pero de quien se prescinde es del periodista de a pie. Sólo de ese, del que se lo curra, del que trabaja, del que echa horas extra como loco, del que permite que los jefazos sigan en sus poltronas. Ese es el que sufre la crisis. Y empiezo a estar harto de la situación. Entiendo que el empresario defienda sus intereses, puesto que para eso pone su dinero con la intención de ganar mucho más. Pero si hacerlo supone únicamente despreciar el trabajo del profesional, y despilfarrar ese dinero que tanto quiere ganar en gastos como poco cuestionables desde un punto de vista periodístico, es que algo se está haciendo mal. Muy mal. Rematadamente mal.

jueves, noviembre 13, 2008

"Yo creo que Franco era bastante socialista"

Esperanza Aguirre, anoche en 59 segundos: "Yo creo que Franco era bastante socialista"

Reescribamos los libros de Historia, queridos amigos, que la autoproclamada lideresa del PP, nos ha informado a todos de nuestro error. Franco ni era fascista, ni dictador, ni totalitario, ni caudillo, ni siquiera generalísimo. "Franco era bastante socialista", dijo anoche Esperanza Aguirre en el programa de TVE 59 segundos. Ni más ni menos. Con un par de bemoles. Uno no sabe muy bien a qué atribuir una afirmación como ésta. ¿Es ignorancia? ¿Desfachatez? ¿Ganas de provocar al periodista que le estaba haciendo preguntas en ese momento, José María Calleja (que bastante enfado mostró y con bastante corrección se mostró para lo que demandaba una sentencia así)? ¿Mala fe? Que cada cual se quede con la explicación que más le guste, yo la mía la tengo clara, pero prefiero no decir nada más, porque la indignación podría llevarme a decorar el texto resultante con algunos epítetos quizá poco apropiados para su lectura.

Lo que sí tengo que decir es que empiezo a estar verdaderamente harto de que las acusaciones a la Ley de Memoria Histórica (esa que dice la derecha que reabre heridas, que divide a los españoles y todo eso; supongo que me lo tengo que creer tan firmemente como cuando nos anunciaban la ruptura de España, su balcanización o la rendición de Navarra a ETA, cuando Miguel Sanz era todavía uno de los buenos) vengan de personas así. No siempre de Aguirre, auqnue le guste estar en todos los fregaos, pero sí de alguien parecido a ella en el pensamiento. Quien se atreve a afirmar en una televisión pública que Franco era "bastante socialista" tiene un grave problema. Supone un desconocimiento tan grande, una perversión tan grande de la Historia, que resulta realmente difícil de creer (yo mismo he tenido que ver el vídeo esta mañana para cerciorarme de que ésto es lo que dijo anoche en TVE). Pero sobre todo es una falta de respeto a tantas y tantas personas que sufrieron la represión de 40 años de dictadura franquista. Está fomentando esas dos Españas, está abriendo esas heridas que dice cerradas y está echando sal sobre ellas. Pero luego le echará la culpa a los demás, claro.

Lo triste de todo es que esta rocambolesca afirmación no es un desliz extraordinario en la carrera de Esperanza Aguirre, ya que son muchas las historietas que nos ha ido dejando en el tiempo. No tuve ocasión hace ya algunas fechas de comentar la más reciente, lo que decía el ex director de ABC, José Antonio Zarzalejos, sobre la presidenta de la Comunidad de Madrid. Para echarse a temblar, porque encaja perfectamente (aunque no quisiera entrar a valorarlas ni siquiera para desmentirlas en 59 segundos). Una más, pensé entonces, de una de las personas que más miedo me dan de entre todas las que se dedican a la política y cuya repetida elección en cargos tan importantes como el que desempeña, el de presidenta del Senado o el de ministra me sigue pareciendo un misterio de solución insondable. Metidos sólo en problemas con la prensa, todos los que tenemos la oportunidad de ver los Informativos de Telemadrid sabemos cómo funcionan y recordamos el cese de Germán Yanke en el canal público madrileño (Aguirre negó su influencia en este asunto), a causa de esta pregunta que no gustó a la presidenta.

Muchas han sido las perlas que ha dejado Esperanza Aguirre para la posteridad, cuya leyenda nació ya siendo ministra de Cultura. Muchas han sido sus broncas con Gallardón (la última, liviana eso sí, la provocó anoche al desvelarnos los pensamientos del alcalde de Madrid, en lo que para muchos ha sido el titular de su intervención en 59 segundos), y unas cuantas las que ha tenido con Rajoy por unas críticas en las que siempre se ha caracterizado por lanzar la piedra y esconder la mano (como con su inexistente candidatura alternativa en el último Congreso del PP). Unos cuantos los problemas que ha tenido por su particular visión de la sanidad pública (vídeo aquí, texto aquí) o por su piquete de oposición al Gobierno central por cualquier tema, incluso la ley anti-tabaco (no hay aventura pequeña para estos nobles y desinteresados fines), convirtiéndose en la presidenta de los madrileños del PP antes que de todos los madrileños. Cargo al que, por cierto, accedió en oscuras circunstancias todavía no muy bien aclaradas, un episodio sospechoso del que seguramente nunca sabremos con certeza la verdad.

Si alguien quier ver el vídeo completo de la entrevista, puede verlo en la web de RTVE. Quien se conforme con escuchar la perla que tanto me indignó anoche, me sigue indignando hoy y me seguirá indignando toda la vida, se puede conformar con el vídeo de abajo, que tiene algunos de los momentos más memorables de la entrevista. Yo seguiré aquí con mi indignación, pensando en la dramática situación de que lo más probable es que en 2011 vuelva a arrasar en las elecciones y la tenga otros cuatro años más de presidenta...

martes, noviembre 11, 2008

Incongruencia periodística

Hace tiempo, cuando me paré a analizar los cinco males del periodismo deportivo, cité como uno de ellos la telepromoción. Tener los derechos de emisión de una prueba concreta, hace que los informativos de esa cadena se inunden de reportajes (muchos de ellos simple relleno), que no noticias en muchas ocasiones, sobre ese evento en cuestión. Uno de los ejemplos que cité entonces fue la Fórmula 1 en Telecinco. La antaño conocida como la cadena amiga no informaba de golf, de motociclismo, de fútbol sala o baloncesto, salvo que fueran auténticos noticiones (a veces ni siquiera en esos casos), y desde luego sin la profundidad que le podían dar a un adelantamiento de Jenson Button a Takuma Sato o a cualquier declaración de Fernando Alonso. Pero ahora la cosa ha cambiado. La próxima temporada, la Fórmula 1 la dará La Sexta.

Todo esto viene a colación de lo que escribe el rostro y la voz de la Fórmula 1 en España, Antonio Lobato, en su blog. Hay que recordar que Lobato se ha pasado a la Sexta, como los derechos de retransmisión, y ha dejado Telecinco después de cinco años allí. Dicho lo cual, voy a lo que ha escrito Lobato, concretamente en su entrada del pasado viernes día 7 de noviembre: "Por último, perdonad por lo de la entrada fantasma anterior. Escribí algo y me arrepentí. Algo que tiene que ver con la pena que me da ver Telecinco y descubrir que ya nunca más van a hablar de Fórmula 1 en los Informativos. El día que Renault anunció la continuidad de Fernando (aún no definitiva) le dedicaron diez segundos en el Informativo 15.00, cerrando el bloque de deportes y ni siquiera nombraron la noticia por la noche. Era más importante decir que Maradona venía a España. Insisto, que pena".

Lobato corrobora con sus palabras que el intéres de las televisiones no está en la importancia de una noticia o en el interés que pueda tener para el espectador. Eso, con ser triste que sea una confirmación de este hecho precisamente por boca de un periodista que trabajaba en una televisión y ahora trabaja en otra, en realidad ya lo sabíamos todos. Pero me parece realmente paradójico leerlo precisamente en el blog de Antonio Lobato, no porque sea Antonio Lobato, sino por su profesión y por el campo en el que trabaja desde hace tanto tiempo. Desconozco si sale de Telecinco con alguna rencilla que le lleve a escribir esto, pero lo que está claro es que su amor por la Fórmula 1 no está detrás de estas palabras. Peca de incongruente y creo que él mismo tiene que saberlo. ¿Por qué lo hace entonces? No tengo ni idea.

Lo que está claro es que en La Sexta, su nueva cadena, no se hablaba de Fórmula 1 antes de tener los derechos de emisión. A comienzos de la temporada sí llegaron a hablar de la GP2 (¿alguien la sigue en España como para merecer espacio en un informativo de 25 minutos?), porque sí tenían esos derechos, pero no de la Fórmula 1. Es más, el espectacular final de temporada de hace no tantos días (ese que nos tuvo a media España pegada al televisor y, por tanto, sí merece atención periodística) apenas contó con esos diez segundos que ahora lamenta Lobato en el informativo de su nueva cadena. Menos incluso de lo que le dedican a los goles de la cuarta jornada del Torneo Clausura de fútbol en Argentina. ¿Le preocupaba entonces a Lobato el interés por la Fórmula 1? Obviamente, no, firmó igual contrato con La Sexta sin reproche alguno.

Pero es que en Telecinco, y Lobato lo sabe porque allí estaba él mucho antes de que Fernando Alonso se sentara en un Fórmula 1, tampoco se hablaba de Fórmula 1 antes de tener los derechos. Como tampoco se hablará en profundidad ahora que vuelve a no tenerlos. Es la vida cotidiana de las televisiones. Para mí es una práctica muy equivocada que atenta contra la esencia del periodismo (lo que es noticia debe salir, con vídeo, con foto o con simple locución; el objetivo debe ser siempre informar), pero es lo que hay y Lobato, con experiencia sobrada en televisión, lo sabe. Por eso me sorprende que mencione este asunto de esta forma incongruente.

sábado, noviembre 08, 2008

¿Y sus señorías...?

Una de esas cosas que no parece cambiar con el paso del tiempo es la imagen del hemiciclo del Congreso de los Diputados literalmente desierto. La casa de todos los españoles, el lugar donde se deciden las leyes que nos afectan a todos, el lugar de trabajo de nuestros supuestos representantes sigue ofreciendo imágenes bochornosas. No importa que la excusa sea la campaña electoral, un partido de la selección española de fútbol o la temprana hora a la que esta legislatura ha puesto José Bono las sesiones de control al Gobierno. El caso es que algunos de sus señorías casi siempre parecen tener algo mejor que hacer.

Hace poco más de una semana, dicha sesión de control estuvo dedicada a la crisis económica, eso que ahora nuestros políticos llaman "los problemas de los ciudadanos". Y lo que se vivió fue realmente descorazonador. Ni la mitad de los diputados llegó a ocupar su asiento en el hemiciclo durante dicha sesión. Hubo incluso momentos en los que no había ni una veintena de diputados escuchando a quien tenía la palabra en aquel momento. Y aunque ya se ha olvidado, un diputado del PP que debía formular una pregunta al vicepresidente económico, Pedro Solbes, ni siquiera estaba allí para hacerla. "Un despiste", dije después Ramón Aguirre, que así se llama este diputado. Pues vale.

La excusa de aquel día para muchos era claramente mediática. No había foto en el Congreso y por eso muchos decidieron quedarse en casa. Aunque no lo puedan decir, claro. El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, no podía acudir a la sesión. Eso provoca que el líder de la oposición, Mariano Rajoy, tampoco vaya. No hay foto. Quienes sólo van a meter ruido y aplaudir a los suyos pensaron que madrugar para nada era tontería. Y para rematar la situación, como tampoco había votación alguna aquel día, sus señorías pensaron mayoritariamente que no merecía la pena cumplir con un horario laboral. Dando ejemplo al resto de los españoles, sin duda. Sobre todo cuando muchos de los que sí fueron tomaron el camino de sus casas a las 12.30 horas.

El diario El Mundo publicó una semana después de esta vergonzosa estampa parlamentaria una curiosa estadística que refleja el grado de no asistencia de los diputados en las votaciones (de las que sí queda registro; por desgracia, sus señorias no fichan en la entrada del Congreso cada día). El reportaje sólo mide las 47 votaciones registradas en el actual periodo de sesiones, que comenzó tras las (largas para nuestros diputados) vacaciones estivales, pero los datos son suficientemente descorazonadores. En cada votación (en el resto de actividad parlamentario da miedo pensar en los datos) faltó una media de más de 25 diputados. El PP se lleva la palma, puesto que aporta 15 de ellos, el 10 por ciento de su Grupo en el Congreso nada menos. Claro que el Gobierno no se libra. Por pleno en el que hay votación faltan unos seis ministros, aunque si prevalece el pensamiento más ingénuo uno puede creer que estarán trabajando en algo en esos momentos.

La cosa, ya de por sí indignante, me indigna aún más cuando leo en El País que sólo 45 de los 350 diputados tienen dedicación exclusiva a su tarea como parlamentarios. Sería muy interesante saber si esos 45 figuran entre los valientes que asisten con habitualidad a los plenos, pero los datos son secretos. El resto tiene alguna otra ocupación en la vida. Me llama poderosamente la atención que 112 de nuestros diputados declaren como actividad profesional al margen de la política ser conferenciantes o tener alguna dedicación literaria o artística. Incluso que 90 colaboren con algún medio de comunicación, contribuyendo a esa cada vez más difusa línea entre la política y el periodismo.

Alguno pensará que, dado que se dice que los parlamentarios españoles están entre los que menos cobran, sus señorías buscan ingresos extraordinarios con los que afrontar la crisis. Pero resulta que la Ley Electoral (en su artículo 157) explica que su mandato "será incompatible con el desempeño, por sí o mediante sustitución, de cualquier otro puesto, profesión o actividad, públicos o privados, por cuenta propia o ajena, retibuidos mediante sueldo, salario, arance, honorarios o cualquier otra forma". Vamos, que no pueden cobrar más que dietas o indemnizaciones para desempeñar esas funciones, que además deben recibir el visto bueno del Congreso.

Al margen de los motivos que tenga cada diputado para ausentarse del trabajo para el que le hemos elegido los españoles, lo cierto es que algunos no suelen pisar mucho el Congreso. Por mucho que esté dentro de la Ley, a mí me sigue pareciendo indignante. Sobre todo cuando escucho propuestas para aumentar el número de diputados en sucesivas legislaturas. ¿Más sillas que ofrecer a los amigos? No, gracias. Para ver esta imagen y para ver alteradas las votaciones en el Congreso (que, en cierto sentido, viola el voto de los españoles, puesto que no hay tantos represantes de cada partido como han sido elegidos), démos a cada portavoz el número de votos correspondiente al reparto por escaños que salga de las elecciones y paguemos un sueldo sólo a quien tenga trabajo en las comisiones. Lo demás sobra. Pero no es que me sobre a mí. Es que parece sobrarle incluso a los diputados.

jueves, noviembre 06, 2008

¿Superbarack o Barackman?

Tantas esperanzas están puestas en Obama, que no se duda incluso en convertirle en un superhéroe... La pregunta es: ¿Superbarack o Barackman? Porque como me ponga en pensar en ese McCain convertido en el Pingüino con Sarah Palin como Catwoman creo que me va a dar algo...


miércoles, noviembre 05, 2008

Día histórico

De un tiempo a esta parte, el adjetivo favorito de muchos periodistas es el de "histórico". Todo les parece "histórico", pero en realidad no es así. Hay pocos días verdaderamente históricos. El de hoy lo es. Barak Obama ya es el presidente electo de Estados Unidos. Hoy la Historia tiene uno de esos giros que aparecerá en los libros que estudiarán algún día nuestros descendientes en el colegio, en el instiuto, en la univerdad. "Yes, we can", decían en campaña. "Yes, we did", dicen ahora. Pero ahí veo un gran error. El objetivo no debe ser la Casa Blanca. El objetivo debe ser ese anunciado cambio. ¿Será capaz Obama de responder a esas expectativas? Difícil de decir. Si cree que ya ha hecho algo con ganar estas elecciones, se equivocará. Un lema o una bandera no resuelven los problemas.

Aunque ideológicamente me puedo sentir mucho más cercano a Obama que a McCain, lo cierto es que mantengo dudas sobre Obama. No acabo de tener claro si va a ser ese ángel que se nos ha presentado. Sigo preguntándome cómo es posible que suscite tanto fervor, tanto emoción y tanta confianza, incluso de gente que no sabe ni siquiera lo que defiende Obama. Me asusta la posibilidad de que pueda ser sólo una fachada mediática y de imagen. Lo bueno de esta escéptica percepción mía es que esa sensación es muy fácilmente superable. Obama con sus actos puede hacer que dentro de unos meses acepte que mis temores eran infundados. Lo que está claro es que el simple cambio de personas en la Casa Blanca es ya una mejora. Es imposible llevar adelante una Presidencia peor que como lo ha hecho George W. Bush. Todavía me sigue pareciendo inconcebible que este hombre fuera reelegido hace cuatro años. Y probablemente McCain podrá pensar que Bush tiene buena parte de la culpa de su derrota.

Me ha gustado la sinceridad de Obama en su discurso: "Sabemos los desafíos que nos esperan: la crisis financiera, las guerras en Irak y Afganistán, las hipotecas, las facturas de los colegios o de los hospitales que tienen que pagar padres y madres. (El cambio) no lo haremos en un año. Pero América, lo haremos, os lo prometo". Es imposible cambiar un país en un día, y Obama ya lo dice abiertamente. Por desgracia, el presidente electo no va a tener cuatro años antes de que la gente, en Estados Unidos y fuera de allí, le pidan resultados. Ese puede ser su principal hándicap. Eso y lo corto que le tengan atado otros círculos de poder norteamericanos. Tengo también mucha curiosidad por saber cómo se van a gestionar los próximos tres meses. Porque que nadie pierda de vista que Obama no será presidente hasta el próximo 20 de enero. Hasta entonces, tendremos a Bush de presidente interino, dirigiendo la lucha contra esos desafíos que apunta Obama. ¿Es compatible el cambio con la pervivencia de Bush en la Casa Blanca durante tres meses más?

McCain, por su parte, me deja un motivo de satisfacción, un elemento para seguir creyendo en la política, uno que hace tiempo que no se ve en España. Ha reconocido abiertamente su derrota, no ha lanzado explicaciones surrealistas y se ha ofrecido para trabajar en los problemas que tienen Estados Unidos y el mundo. "Estados Unidos ha hablado, y ha hablado claro", dijo. Y añadió: "Son tiempos difíciles y, aunque siguen vigentes muchas de nuestras diferencias, yo le ofrezco hacer todo lo que esté en mi mano para ayudarle a afrontar los retos que le esperan". Igualito que aquí. Me imagino que no hará falta recordar cómo se gestionó el resultado de las elecciones de 2004 para que se entienda esa comparación. Quizá esta democracia norteamericana, con todos sus defectos y tan denostada aquí en España en demasiadas ocasiones, todavía tenga lecciones que enseñar a nuestros políticos.

La campaña, por cierto, terminó con un nuevo resquemor periodístico. Estoy cansando de ver cómo se convierte la tontería en noticia y la noticia en simple anécdota. Pero ayer La Sexta remató toda esperanza de que el periodismo pudiera triunfar en esta batalla. La noticia fue una entrevista en exclusiva al peluquero de Obama. Como os lo cuento. Finalizada la noticia, Cristina Saavedra preguntó a las enviadas especiales por alguna curiosidad de última hora. Y Mamen Mendizábal comenzó a hablar del sistema de voto, del reparto de delegados por Estado. La votación era la anécdota y no nos habíamos enterado. Madre mía...

lunes, noviembre 03, 2008

Cuando el perdedor importa más que el ganador

Lo maravilloso y a la vez cruel del deporte es que no siempre es el ganador quien se merece y tiene el respaldo del aficionado. A veces, sólo a veces, uno tiene más respeto y admiración por el perdedor. A veces uno se siente cercano a quien no ha vencido, a quien no figurará en los libros de historia, a quien no quedará en el recuerdo de quienes piensan que ganar es lo único importante. En esas ocasiones, uno no se limita a leer los cuadros de campeones, los fríos resultados. Porque el deporte no es eso, es el sentimiento y la emoción que acompaña a la estadística. Porque uno se acuerda del gol de Zidane más que de quién ganó aquella Champions. Del triple que falló España y quisimos meter todos a minuto y medio del desenlace en la final de baloncesto de los Juegos Olímpicos de Pekín ante la todopoderosa Estados Unidos. De aquel golpe de Sergio García detrás de un árbol en el primer grande que casi gana. De la belleza y la empatía que genera un deportista por encima de su resultado final. De las portentosas exhibiciones de Miguel Induráin.

Y sé que voy contracorriente, pero sigo pensando que Lewis Hamilton no es un gran campeón. No lo es por su forma de ser, no lo es por su forma de pilotar, no lo es por las circunstancias que rodean a su triunfo. Teniendo el mejor coche de la parilla durante el mayor número de carrera (Ferrari dominó algunas, pero muchas menos que McLaren), Lewis Hamilton sólo ha podido ser campeón del mundo a dos curvas del final, adelantando con ese avión que llevaba y bajo la lluvia a un Toyota que tenía neumáticos de seco. Eso, para algunos cronistas, fue un adelantamiento prodigioso. Nada se dice, en cambio, del de Vettel al propio Lewis Hamilton. Nada se dice de la obligada actitud de Glock de portarse casi como si fuera un doblado para no poner en peligro la seguridad de nadie con un coche ingobernable. Si hay gente que quiere ver una maniobra imposible, que la vea. Yo no la vi.

Pero me aventuro a dar una explicación a todo esto. Fernando Alonso no le cae bien a mucha gente. Hace algunos años podría llegar a entenderlo, porque soltó bastante arrogancia (no exenta de razón en algunos casos, por cierto, pero arrogancia en cualquier caso), pero hace tanto tiempo que Alonso se porta con una corrección exquisita que no termino de entender el resquemor que algunos le siguen guardando. Los antialonsistas (que los hay, ya sabemos que vivimos en un mundo frentista, en el que hay siempre que escoger un bando u otro) han elegido a Hamilton como su héroe por el antagonismo que desplegaron el año pasado en McLaren. Y por eso parece que hay que ensalzar al inglés haga lo que haga. Así se llega al extremo de no censurar su peligroso pilotaje en algunas carreras. Los accidentes que ha provocado en pista e incluso en el pit lane. Se olvida que debutó en la Fórmula 1 con el mejor coche. Se olvida que su equipo pasó incluso por encima de su compañero (¿importa de verdad quién fuera?) para concederle sus más pequeños caprichos.

La situación también se da al revés, claro. Los alonsistas más radicales creen que todo lo que hace Lewis Hamilton está mal. Yo no llego a tanto, ni por un extremo ni por el otro, pero sigo convencido de que Lewis Hamilton no es el mejor piloto. Ojalá Kubicka hubiera tenido un buen coche todo el año como para optar de verdad al Mundial. Ojalá Vettel y no Raikonnen hubiera sido piloto de Ferrari. Ojalá Alonso hubiera tenido toda la temporada el coche de las últimas ocho carreras (en las que ha sido el mejor, muy por encima de ese aparente genio que es Lewis Hamilton; eso sí que es prodigioso viendo al Renault de los primeros grandes premios y el premonitorio anuncio de ING). Ojalá Lewis Hamilton hubiera conducido alguna vez en su vida un Minardi. Entonces habríamos sabido si es de verdad tan buen piloto como algunos quieren vender. Hoy seguimos sin saberlo. Tiene un coche impresionante, domina las carreras en las que sale primero y la presión puede con él. Eso es lo que hemos visto. Yo soy alonsista, aunque no radical. Pero eso es lo que veo. Lewis Hamilton no ha ganado a una leyenda de la Fórmula 1. Alonso sí.

Comprendo las lágrimas de Massa. Hay quien piensa, y de eso hablamos después de la carrera, que es una ridiculez llorar por algo como lo de ayer. O también que es absurdo que un aficionado se emocione por los éxitos o los fracasos de un multillonario que no conoce el verdadero significado de la palabra trabajar. Yo comparto mucha más empatía que eso con los deportistas, porque llenan mi tiempo de ocio y algunas de mis ilusiones. Desde mi óptica, por mucho dinero que ganas o por mucho que no conozcas la realidad, tiene que ser muy duro luchar todo un año para ganar el Mundial de Fórmula 1 y que al final te quedes a dos curvas de lograrlo. Tiene que ser muy duro que cruces la línea de meta de la última carrera y que te griten por la radio que eres campeón del mundo para treinta segundos después despertar del sueño y saber que en realidad has sido el primero de los perdedores. Tiene que ser muy duro salir a recoger un premio que no sirve para nada en tu propia casa. Sí, entiendo esas lágrimas, ya lo creo que las entiendo.
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No creo que Massa sea un gran piloto. No creo que sea uno de esos tocados por la magia del deporte, esos que permanecen en la memoria de los aficionados. Pero las circunstancias de este Mundial de Fórmula 1 le dieron opciones de ser campeón. Y esas mismas circunstancias, las que han llevado a Ferrari a perder la categoría que tenía con Michael Schumacher, son las mismas que le condenaron a llorar al final. Aquella manguera que se quedó atascada en su coche y que le privó de algún punto que, al final, habría sido vital. Aquel motor que se rompió sin ser en realidad forzado hasta el límite cuando Massa estaba a tres vueltas de ver una bandera de cuadros que nadie iba a poder alcanzar antes que él. Y, sí, entiendo sus lágrimas. No las he derramado por él, a pesar de la tristeza que me ha dejado este cruel desenlace, pero si en otras situaciones, en otros deportes. Y por eso las entiendo.

Y entiendo la alegría también, la que vivió por un fugaz instante el box de Ferrari. Eso añadió crueldad a este desenlace no deseado. La familia, los amigos, los mecánicos. Todos pensaron por un momento que Massa era campeón del mundo. Todos menos uno. Qué ingrato me pareció el papel de ese mecánico de Ferrari que sí se dio cuenta. Que sí vio a Glock rebasado a dos curvas del final por el McLaren de Lewis Hamilton. Que sí era consciente de que su piloto no era campeón del mundo. Me pongo en su piel y todo me parece aún más cruel. ¡Qué duro tiene que ser decirle a alguien que está demostrando tanta alegría que en realidad ha sucedido justo lo contrario de lo que cree! Qué duro tiene que ser despertar de un sueño que diez minutos antes parecía absolutamente imposible y que había renacido con el agua de lluvia y con el prodigioso (éste sí) adelantamiento de Vettel a Lewis Hamilton.

Con este adelantamiento, el que casi nadie vio en directo. Yo al menos no lo vi, pendiente como estaba de que ese fantástico piloto que es Vettel (que me ha encantado este año y que ojalá tenga suerte y un buen coche en el futuro) aguantara la posición con respecto a Lewis Hamilton. Y pendiente estaba también de esa columna de la izquierda de la pantalla. Todas mis fuerzas estaban en ver ese "6 HAM" que hubiera privado a Lewis Hamilton del Mundial. Cuando encararon la recta de meta Vettel y Lewis Hamilton sin que hubiera aparecido un "4 GLO", ya me di cuenta de que había sucedido justo lo que no quería que sucediera. No sabía cuándo, pero había sucedido. Tuvimos que volver a ver el final de la carrera, grabada previamente, para saber cuándo dejó atrás al Toyota de Glock. A dos curvas del final. Qué cerca. Qué cruel.
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Lewis Hamilton es campeón del mundo. Felicidades. Eso hará que no se pare a pensar en cuánta gente deseaba que no lo fuera. Y, por cierto, este desenlace ya me lo había imaginado, prolongando la maldición de la FIA, por todo lo que ha pasado durante el año. Lo que no esperaba es que fuera tan cruel. A dos curvas del final. Maldita sea...